Como en casi todo el mundo, los ríos de Colombia tienen grandes presiones humanas implacables. Continúan siendo el destino de vertimientos industriales y urbanos, estrangulados bajo los embalses, obstruidos por los sedimentos, saturados de productos químicos nocivos y altamente impactados por la minería, la tala desenfrenada, la sobrepesca y el comercio ilegal de especies. Bajo este panorama desolador, sólo queda seguir intentándolo, así la tarea suponga de manera literal, remar a contracorriente en un río que apenas tiene agua.